El origen del lago Tikakaka
Cuentan que en los despeñaderos del pueblo de Muju Marka, que actualmente erguí la novísima provincia de Moho cubierta de un paisaje místico de encantadores paisajes, adornados de eucaliptos, tierra de rosas muy hermosas y flores multicolores hecha con las manos de los dioses tutelares del altiplano y a orillas del mismísimo majestuoso Lago Titikaka, urge la floreciente, atractivo y turístico denominada “La Compuerta de Mukuraya“, que actualmente se observa como una V dentilabial. Cuenta la tradición oral, en épocas de la historia pre colombina. Antes se encontraba totalmente cerrada y bajo esa abertura se ha deslizado toda una antigua ciudad a la profundidad de las aguas del Lago Titikaka, es cuando se inicia la historia toda una ciudad perdida y enterrada en el fondo del Lago Titikaka.
En tiempos casi inmemoriales llegó una mujer forastera, harapienta, deshilachada, enmendada y bien descuidada cargando en su espalda, muy penosamente, traslada una huakulla de arcilla cocida, tras la espalda y con un tapón y franela bien ajustado. Vencida ya por la fatiga se alojo en una casa después de muchas suplicas. La población había olvidado ya las normas de hospitalidad, solidaridad, reciprocidad practicaba por el mundo andino.
Al día siguiente, apenas salían las primeras luces del alba, muy temprano, quiso continuar con su viaje, porque en realidad había pasado una noche mala, bien desvelada y resfriada por falta de una buena cama y alimentos. Tan solamente le habían hospedado en uno de los rincones de la cocina y no le habían hecho participe de la cena.
A causa de ello no tuvo energías para enrumbar su viaje y llevar consigo la pesada huakulla. Antes de retirarse suplico – entonces a los dueños – que le permitirán dejar – y juró: regresar – pero que tuvieran mucho cuidado y que por nada del mundo la destaparan por ningún motivo. Aceptaron casi obsequiosamente los dueños de la casa. Y partió con el compromiso de volver.
Entre tanto – la curiosidad mató al gato, o mejor dicho el gusanillo de la curiosidad les pico insistentemente. Se preguntaban – ¿qué contendría? – ¿por qué habría recomendado mucho la custodia de la huakulla? ¿Qué contendría a su interior? ¿Por qué porfía mucho no quitar la tapa?
O tal vez sea un obsequio bondadoso, o contendría oro. Los compueblanos no podían soportar la curiosidad y el tiempo que pasaba. Una madrugada esperanzados por el secreto que guardaba. Le quitaron la tapa y entonces muy consternados y timoratos vieron a vista y paciencia brotar lentamente un ojo cristalino de agua, ¡agua a chorros! chorros de agua, agua y más agua cristalina y no dejaba de parar.
El agua surgía interminablemente inundando, toda la comarca y sus moradores no tuvieron tiempo de escapar hasta que logró enterrar el torrente de agua a una ciudad, que yace bajo las profundidades del lago.
Cuentan, que junto a las aguas cristalinas brotaban los k´arachis, ispis, patillos, gaviotas, k´ullos, flamencos, patos, chanchos, patillos, zambulledores, q”eñola, qaslachup”uquña etc. Y todos los seres vivientes que en la actualidad moran en el habitad de las aguas del Lago Titikaka.
Que siendo así, el efecto de la maldad, la ambición y la curiosidad de los habitantes de ese pueblo leyendario, quedó enterrada una sociedad, con sus habitantes, su cultura y sus costumbres del cual ahora no tenemos precisión.
Se cuenta también, que en noches lóbregas, donde se ausenta la luna en el fondo del Lago Titikaka brilla resplandeciente y se puede observar todo el desfiladero de la ciudad perdida, especialmente en aquellos momentos donde se pierde la noción de la razón sosegado de la cosmovisión y balbuceando cuenta el momento de la “es el momento de la hora” es el tiempo del “paye” que les lleva a sucumbir ingresar a las aguas por el desfiladero hacia la sociedad perdida sólo hallan la muerte.
Wayna y Kailila (Joven y Sapo)
En tiempos remotos, en un zona de Moho había Mama Koili. Tenía un hijo joven, trabajador y cariñoso llamado Huayna Luque y le decían con cariño “Luli” . Así se llamaba el cholo, ¡era tan laborioso¡ en la época de siembra sembró una chacra de papa, también era “araría” ( Autoridad de la chacra). En una oportunidad cuidándola la chacra en una “chujlla” (especie de carpa) que la construyó él mismo.
Una de esas noches cayó una granizada feroz y como es natural que después de las granizadas hace un frío intenso, obligó a “Luli” (joven) a acostarse.
Seria la media noche cuando sintió que lo llamaban: Luli, Luli, alójame.
Luli, vio a través de la luna una hermosa “Imilla” (era una joven sapa) con “ajnqo chuco” (vestido blanco) de jaspes verdes y amarillo. Su montera era extraña tanto la forma como el color. Lo más sorprendente eran sus dos hermosos ojos que fascinaba al mirar. Luli se enamoró perdidamente de la joven a quien hizo pasar a la “chujlla”. Le encantó ver el aseo de la “Imilla”, era tan limpia que despedía un olor agradable de agua y flores silvestres.
El hombre le inquirió por su nombre. Ella le avisó que se llamaba Kailila. Le contó que era muy rica, dueña de muchas tierras, que solo por el frío pedía alojamiento, que también era la “Llajtayoc”.
Por supuesto que pasaron una noche feliz transportando al quinto cielo de placer. En ese momento Luli era el hombre más dichoso de la tierra al poseer a Kailila.
¡Qué piel tan fina¡ como decía él, por la suavidad parecían los pétalos de las flores.
Así transcurrieron muchas noches, pero lo extraño era que por las mañanas desaparecía la bella “Imilla” y solo regresaba por las tardes helada y frío.
Una de esas noches al acariciarle, notó el amante que las manos de Kailila eran raras, algo así como ramas de un arbusto seco y el chuco jaspeado era la piel de su espalda. Por supuesto que Luli guardó prudencia, pero al amanecer el día la atajó para seguirla examinando, entonces tuvieron lío, la joven empezó a gritar qauu qauu.
El amante botó a la sapa y vio con horror que la tal mujer era una asquerosa animal que daba escalofríos al mirarla .
Luli se fue donde sus padres a quien sólo dijo, que tenía miedo de seguir cuidando la chacra, imposible avisarle lo que sucedía.
Como toda madre es cuidadosa. Mama keili se fue a la chujlla a echar de menos las cosas de su hijo. Al arreglar la cama dentro de las frazadas encontró un enorme sapo de repugnante estampa, horrorizada Mama Keili dijo: este jamp”ato es el que está chupando la sangre de mi hijo. Lo botó sobre un tiesto y le tiró una piedra, gracias que se introdujo a un agujero por lo que no pudo matarlo, solo lo hirió gravemente. Al regresar Luli, en la chujlla la encontró a Kailila con la cabeza amarrada con “qoras” (hierbas frescas) quejándose desesperadamente por el dolor. Le dijo: fíjate lo que me ha hecho tu madre, esa vieja mala fe me ha arrojado con una piedra, felizmente que me escapé, si no me mata. No creas que estos se va a quedar impune, tengo muchos parientes a quienes avisaré para que castiguen este crimen. Kailila estaba completamente desfigurado, el amante decepcionado se mandó a jalar abandonándola para siempre.
Al día siguiente Luli fue a botar unas llamas que estaban haciendo daño en la chacra. El cholo en vez de arrear las llamas empezó a dar vueltas en círculo meneando su látigo, como quien se defiende de un grupo de perros que los acometen. Los padres miraban riendo, creían que el “Wayna” (joven) jugaba. Cuando vieron que se tendió en el suelo sin poderse levantar corrieron a ver y los encontraron al hijo en agonías, rodeado de millares de sapos destrozados y otro tanto de vivos, que se retiraban después de haberlo envenenado con su baba ponzoñosa. Eran los parientes de la sapa Kailila que vengaban el crimen cometido por Mama Keili.
Luli reprochó a su madre increpándole que ella tenía la culpa para que los sapos lo envenenen. Apenas terminó de referir sus amores con la sapa Kailila, falleció Luli.
Los sapos que mató Luli fueron quemados, desde entonces en ese lugar ya no caían granizadas. (en la provincia de Moho en la zona de Sirulaya )
Los pobladores del Ayllu Jurinaya Ccollana hasta ahora acostumbran quemar sapos vivos cuando amenaza caer granizada, y no es mentira, la granizada cambia de rumbo o desaparece, al practicar esta costumbre. Cuentan este mito de los amores de la sapa Kailila y Luli.
Narrado por: Gustavo Coacalla Coaquira de la Provincia de Moho-Puno
El Muqui o Chinchilico
Un mito idealizado de un personaje fabuloso que impresiona a los mineros, cuenta la tradición oral y el testimonio de parte y además por ser común y popular escuchar la historia de este pequeño duendecillo; que adopta variados nombres como Muqui, Chinchilico, Anchancho o Diosecillo de la Abundancia en la Minería, o como se llame. Su figura y aspecto también es variable de acuerdo al lugar y al momento que se aparece.
Este Muqui, es celoso guardián y cuidador de los espíritus de la mina, es una versión contadas por los pobladores que migran temporalmente a la Mina la Rinconada en la Popular Provincia de Sandia, donde la minería artesanal e informal dinamiza la economía de quien fortuitamente se acerca a esos lares a fin de mejorar o elevar sus condiciones de vida. Por lo que mucha gente, en busca de una oportunidad laboral, se dirige a esta zona a veces con la suerte o repentinamente halla la muerte. En estas circunstancias este pequeño personaje celoso guardián de los socavones siempre suele aparecer al amanecer donde se presenta el pacha wiljta, o el alba, es un personaje gracioso, al igual que su oreja, su boca y su nariz.
Arroja llamas de fuego por la boca, su cara, sombrero y vestidura es de color rojizo, muy parecido a un pequeño bombero, no usa calzados, pero si espuelas, que causan gran ruido, es como si lo pusieran un cascabel al gato. Este ruido enloquecedor suele ser una pesadilla para el minero que por casualidad de la vida se topa con él. Su montura es Europea, pues se describe, cabalgar un caballo blanco, pues a veces asumiendo el dueño, amo y/o gamonal de la mina.
Es importante mencionar que las personas de solvencia intelectual y moral han manifestado tener contacto con el muqui, dueño y guardián de las minas.
Cuenta la tradición oral, proporcionado por una amigo que en los socavones de las Minas de la Rinconada allí en la Provincia de Sandia. Algunos mineros percibían la presencia de un ser diminuto y gracioso el cual les jugaba algunas bromas a los que descansaba plácidamente después de una jornada agotadora de trabajo, escondiéndolos sus pertenencias, pintándolos la cara con hollín, o qisima y haciendo muchas travesuras al interior del socavón. Pero cierto día un minero anciano de nombre Julián visiblemente desgastado por el trabajo contó que aquél que lograse atrapar al pequeño duendecillo “tendría la posibilidad de pedirle oro” que este guardaba en su escondrijo: ¡Es el muqui! Gritó espantosamente y en forma mística Julián. ¡Pero cuidado! Advirtió ¡no hay que hacer ningún trato con él! ¡Es muy astuto el bandido! ¡Si es un bandido! Advirtió Julián. Mientras se retiraba del socavón con gritos irónicos y de demencia.
Paso mucho tiempo, tal vez una semana, tal vez un año hasta que el rumor llegó a los oídos del joven minero Víctor. Un joven bachiller universitario que necesitaba atesorar oro para graduarse en la Universidad, recién casado, el cual llegaba cada semana a su casa donde conversaba con su esposa siempre lo mismo: ¿Sabias que el muqui tiene bastante oro? ¿Cuántos años tendrá el Muqui? ¿De dónde sacará todo el oro ese condenado enano?. Así cada semana, para entusiasmado Víctor. Y así cada semana era incesante la preocupación por el Muqui de parte de Víctor, era el tema de conversación más resaltante. Pero las conversaciones se volvieron ideas y las ideas se volvieron suelos y los sueños se convirtieron en obsesión; hasta que Víctor empezó a urdir un plan para capturar al Muqui y con él todo su oro. Ya los mineros de la Rinconada congeniaban la manera amistosa (aunque sin verlo) con el Muqui, ellos le dejaban un poco de coca y cigarrillo en algún rincón de la mina a cambio de éste no los haga víctimas de sus travesuras. El Muqui recogía los obsequios y regalos que los proporcionaban los mineros (o menor dicho el pago respectivo) de manera tan misteriosa que absolutamente nadie sabia cómo, ni cuándo se aparecía. Pero para Víctor, a quién el Muqui se le había convertido en una Obsesión ese ya era un problema resuelto.
Víctor, contra viento y marea, no lo había dudado por ningún motivo ni le tembló ni un suspiro había decidido atrapar al Muqui, aquella noche, para lo cual se fue a hacer guardía junto a los regalos que ese día le dejarían los trabajadores compañeros de Víctor, en el abismo más profundo del socavón. Se tapó con una manta negra dejando una pequeña abertura para los ojos. La zona apenas estaba iluminada por una pequeña antorcha de petróleo y trapo viejo, lo cual le daba un aspecto más misterioso aún aquella situación. Esperó una, dos, cinco horas y nada; pero cuando ya bordeaba las cuatro y media de la madrugada, Víctor quién se había echado a dormir, y de pronto sintió un gran peso sobre su espalda y aún sin moverse abrió totalmente los ojos y se quedó quito y despavorido escuchando el silencio al interior del socavón. Uy ¡era el Muqui! ¡Y estaba revisando la bolsa sentado sobre la espalda de Víctor! ¡Este es el momento! Monologamente pensó Víctor para si mismo, respirando profundamente. Sí pronunció, es el momento dijo Víctor. Entonces se levantó de improviso, trató de atrapar al Muqui con su manto negro, pero cayó de bruces sobre el piso. Mientras el Muqui se reía como un loco endemoniado e irónico burlándose del pobre Víctor. ¡Anda ponte de pie! Gritó el Muqui. Víctor se levantó y así con la poca luz bajo la penumbra de la antorcha pudo ver al Muqui. – Tayta Muqui, Papacito quiero oro, Werajucha “quiero un poco de oro”. Fue lo primero que pronunció ensangrentado por el pavor y espanto. Pues – Quieres oro, trabaja pue conchatumadre – respondió irónicamente el Muqui. – Verdacito necesito oro, necesito oro, porque, porque mi esposa está enferma. ¿¡y su enfermedad se cura con oro¡?, es que las medicinas están muy caras y no hay, trabajo y en la mina te pagan poco. Respondió timoratamente Víctor. ¡Pues consigue otro trabajo! Seguía burlándose el Muqui. – Por favor, duendecillo de la abundancia rey y amo de las minas dijo Víctor.
Mientras se acervada lentamente al enanito burlón y bufón. Dé un felino salto pudo cogerlo de las manos forcejearon muy poco, pero muy duro y por fin. Ahí en el suelo envuelto en la manta de color negro oscuro se encontraba atado Víctor.
Sí, el Muqui lo había atrapado a él. Mirándolo con cierta ironía mencionó el Muqui algunas palabras en quechua arcaico y se alejó riéndose diabólicamente Ja. Ja .Ja .Ja. Jo. Jo.Jo.Ja Ja Jo. como un loco endemoniado. Mientras envuelto en la manta oscura yacía y reposaba eternamente un gran bulto de oro en forma humana, descansaba en una beta el cuerpo de Víctor.
Y al día siguiente no pudieron hallar jamás el cuerpo de Víctor. Y lo único que hicieron los jornaleros del día siguiente darle un minuto de silencio y una persignada en nombre de Dios Santo y creador.
Mientras tanto la esposa de Víctor, Bertha cansada de llorar y esperar se fue a vivir a Tacna , donde cada noche tenía un sueño muy raro, un extraño resplandor le llamaba a través de un túnel profundo y siempre solía despertarse sobresaltada e irritada. cuando en el mismo sueño se escuchaba una risa vesánica, demente. Porque a Víctor su esposo no le habían dado una cristiana sepultura. Como entre pesadillas le pedía Víctor que este a su lado. pero esa, ya es otra historia.
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